Sueño

Sueño. Creo que tengo sueño. Nunca antes he estado cansado. Nunca he dormido. Y ahora, por primera vez en mi vida creo que tengo sueño.

Mi abuela decía que sus padres dormían. No ellos solos, sino todo el mundo. Todas las noches. Incluso algunos días también varias veces durante el día. La gente se echaba sobre la cama o el sofá y permanecía allí tumbada sin hacer nada durante horas o toda la noche hasta el día siguiente. No sé si es cierto. Menuda pérdida de tiempo. Mi abuela siempre tuvo mucha imaginación. Mi abuela decía que todo cambió con la última cumbre climática del mundo. Decía que todo había sido culpa del grupo ecologista NG, Nueva Glaciación. Ella todavía era una niña cuando estos fanáticos presentaron al mundo su tecnología para salvar al planeta. «La oportunidad de hacer mejor las cosas en la Tierra» era el lema de NG: «Por la naturaleza y el medio ambiente. Por un ser humano nuevo y mejor».
Antes de eso mi abuela decía que los gobiernos de cada país eran diferentes, y que ninguno se ponía de acuerdo con su vecino. La política era un caos. Después de aquella cumbre llegó el Gran Gobierno que ahora nos dirige a todos. A todo el mundo. Todos los países aceptaron la propuesta de Nueva Glaciación. Bueno, algunos al principio no, pero pronto cambiaron de opinión. El incipiente Gran Gobierno les hizo cambiar de opinión. Su proyecto consistía en un millón de almacenes repartidos por todo el mundo. Almacenes donde se retirarían las personas ―algunas personas― para dormir. Uno de los más grandes lo instalaron en el centro de Europa, en Ginebra, en lo que muchos creyeron que era un acelerador de partículas.
El mundo antes también era un caos. La contaminación, los atascos, los alimentos multiprocesados... Había guerras y hambre. Desigualdad y pobreza. Todo por culpa del control de los recursos y la energía. Hoy todo eso ha desaparecido. No perdemos el tiempo en desplazamientos innecesarios desde viviendas individuales hasta el trabajo. Hemos contenido la contaminación. No tenemos atascos. Los bosques y las playas que en el pasado invadieron millones de turistas hambrientos por devorar el medio ambiente vuelven a ser espacios vírgenes, sin humanos parasitando la naturaleza y contaminándolo todo. La sociedad ahora funciona mejor. Solo era cuestión de que alguien organizase el trabajo y controlase la producción y el reciclaje. Solo había que esperar la tecnología que permitiese que los humanos necesarios siguiéramos trabajando. Sin parar. Sin alterar el medio. Era imprescindible una tecnología que hiciese útil el sueño concentrado de millones de personas durmiendo en todo el mundo, para transferir ese descanso acumulado a quienes seguimos despiertos trabajando y limpiando el planeta sin pausas entre la sucesión de los días. Vivimos en nuestros puestos de trabajo. Somos más eficaces y también más eficientes. No malgastamos. No contaminamos. Ese es el gran logro de Nueva Glaciación y del Gran Gobierno: trabajar sin descanso en beneficio del planeta.
Mi abuela me dijo una vez que en realidad es que no dormimos. Pero lo cierto es que no necesitamos hacerlo. Eso es cosa del pasado. Mucha gente duerme para que otros no lo hagamos. Tampoco es cierto que la gente desaparece. Mi abuela decía que estamos controlados, bajo los efectos de estimulantes y supresores de melatonina para mantenernos cuerdos y despiertos. Decía que ellos controlan nuestra alimentación y que ahora el aire está impregnado de antidepresivos y estimulantes.
―Tonterías ―le respondí una vez―Historias de viejas―. Somos una sociedad más civilizada. La más avanzada que ha disfrutado el ser humano. Los ancianos y los enfermos ya no mueren. Atendemos y respetamos a nuestros disidentes, y ellos sirven a la sociedad durmiendo sin descanso para permitir que otros, nosotros, seamos quienes realicemos el trabajo de salvar la Tierra y la humanidad. El sueño eterno de unos pocos para beneficio de los auténticos ciudadanos. Mi abuela decía que ese era el gran engaño. Que millones de personas desaparecían para dormir sin pausa, mientras otros miles de millones vivían sin sueños. Todo en nombre de un mundo mejor.
Han pasado algunos años desde que mi abuela también duerme. Y ahora, de boca de otros colegas o vecinos, a veces escucho de nuevo aquello que ella me contaba. Dicen que algunos ciudadanos de pronto se sienten cansados. Que muchos de ellos son enviados a dormir. Dicen que hace 50 años solo eran necesarios ocho durmientes permanentes al día para permitir que un ciudadano trabajase sin descanso 24 horas. Dicen que hoy esa proporción es de casi 100 a 1 y pronto será mayor.

Dormir. Soñar. Dicen que no duele. Que es agradable. Pero tengo miedo. Tengo miedo de dormir y no volver a despertar.

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Y ahora, ¿te sientes cansado? Si te ha gustado este relato, no te pierdas la segunda parte Sueño 2: Nueva Glaciación.

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