El fantasma, la calabaza, el murciélago y el esqueleto.

El fantasma cogió la calabaza y le dio un mordisco. 
―¡Puaj, está verde! ―dijo mientras tiraba al suelo la calabaza.
―¡Aaaaaaaahhh....! ¡Verde serás tú! ¡Y además: desgraciado!
―¡Aaaahhh…! ¿Queee? ¿Una calabaza que habla...?
―¿Y lo pregunta un fantasma? ¡Pues claro que hablo! ¡Y también tengo sentimientos, ¿eh?! ¡Menudo daño que me has hecho, bajera con girones!
―¡Oye, oye! ¡Sin insultar…! Y perdona si te he hecho daño...
―¿Pero a qué cacho bruto de fantasma ignorante se le ocurre intentar morder una calabaza?
―Ya te he dicho que lo siento. Yo no sabía que tú…
―¿Que tú no sabías…? ¡Tú eres un fantasmón!
―Yo solo tenía hambre…¡Y no me llames eso!
―¿Pero qué dices? ¿Qué tenías hambre? Pero, ¿no ves que eres un fantasma?
―Sí.
―¿Y tienes hambre?
―Pues claro. Es que llevo trescientos años sin comer. Eso es mucha hambre.
―¡Pero si eres un fantasma!
―¿Y qué?
―¡Que los fantasmas no comen!
―¡Claro! ¡Y las calabazas no hablan!
―Pero, ¿qué es este escándalo? -dijo de pronto el murciélago que colgaba bocabajo de la rama de un árbol.
―Soy yo: Calabaza. ¡Es que este fantasma ignorante ha intentado comerme!
―Nada de ignorante, señor Murciélago. Usted verá que todo ha sido una confusión. Yo no sabía que esta calabaza verde podía hablar… Es que llevo trescientos años sin comer.
―¡Pero bueno! ¡Qué no estoy verde!
―¡Shhhhh! - ordenó silencio el murciélago y voló alrededor de la calabaza. Luego volvió a su árbol-. Ya está bien de tanto escándalo. No nos dejáis dormir con vuestra discusión. Callaos ya, o le despertareis…
―¿Qué…? ¿A quién? ―dijo el fantasma.
―¡Sí! ¡Que se callen todos ahí fuera de una vez!―dijo el esqueleto sin cabeza de un niño saliendo de debajo de la tierra.
―Ahora la has liado bien ―dijo la calabaza por lo bajo al fantasma―. Has despertado al pequeño sin cabeza.
―¿Quién ha dicho eso? ―dijo el esqueleto.
―Yo no he oído nada―dijo el murciélago―Habrá sido el viento...
―¿Qué hacéis todos aquí fuera? ―dijo el esqueleto y se puso a mirar hacia el cielo como si fuese capaz de descifrar la posición de las estrellas o la fecha del calendario. ― ¡Estupendo! ¡Justo a tiempo! ¡Qué bien que me habéis despertado!
―¿Pero qué dice este niño?― preguntó el fantasma a la calabaza.
― Has despertado al niño sin cabeza la noche de Halloween...
― ¡Hoy es Halloween! ¡Hoy es Halloween! ―empezó a cantar el niño mientras bailaba alrededor de la calabaza. Después de dos vueltas cogió al fantasma por las mangas y le hizo bailar con él.
Al cabo de unos minutos el fantasma se soltó de las manos del niño. Un extraño clac-clac-clac se escuchaba desde alguna parte. Miró hacia los lados buscando el origen del sonido sin encontrarlo, hasta que al cabo de un momento se dio cuenta que era la calabaza quien lo producía con sus dientes: castañeaban.
­― ¿Tienes frío Calabaza? ―le preguntó.
No le dio tiempo responder.
El niño esqueleto cogió la calabaza del suelo y se la puso por cabeza. Luego silbó y el murciélago se posó sobre su hombro izquierdo, cual loro del más temido pirata de todos los mares. Por último se dirigió hacia el fantasma.
―¿Te vienes?
―Yo tengo hambre ―dijo el fantasma.
―¡Es Halloween! ¡Podemos cenar todos lo que quieras!
― ¿Halloween? A mí no me gustan los dulces ni los pasteles.
― ¿Quién a dicho nada de dulces o pasteles? Vamos a cenar niños, amigo fantasma. Niños regordetes escondidos bajo sus estúpidos disfraces... Vamos. ¡Hoy nadie sospechará de nosotros!

¡Feliz Halloween!


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